El furgón de los jueves

En el furgón de los jueves hay vida. Es el único día donde hay boliche móvil, donde hay tragos y se comparte droga. El furgón de los jueves es furgón de los jueves porque el miércoles y viernes el furgón está muerto. Hay hombres y mujeres, hay amor y desengaño. En el furgón de los jueves, a las siete de la tarde, hay una novela que se llama “Las cornudas de los jueves”.
El tema de cumbia “Porque te amo”, que dice algo así como “te veo mi amor y se me paraliza el corazón de a poquito”, es la apertura de la novela. La escena es simplemente una obra de arte. Una inspiración de Shakespeare. Cinco personas de fondo fumando marihuana, otras dos jugando al póker porteño y un señor gordo tomando una botella de cerveza. Como personajes principales están ellos, el galán y la enamorada. Un muchacho de pelo bien cortito, vestido muy deportivo con zapatillas de plataforma y aritos fucsias en las orejas. Usa un tatuaje de un grupo musical del rock nacional en el cuello y  anteojos de sol pese a que la noche esté llegando. Ella, con un físico a la vista no tan privilegiado por los kilitos de más, usa un rodete adornado con una flor amarilla y un arito en el labio inferior. Un par de jeans ajustados y una musculosa cortita. Los besos son fogosos, se ven tan pegados, tan unidos que un beso de Pablo Echarri en “Montecristo” es muy frío.
El tren estaba en marcha, la fiesta recién empezaba y yo era televidente de la novela móvil más interesante transmitida en Buenos Aires. Por un segundo me distrajo la conversación de las chicas que estaban sentadas en frente mío, donde una de ellas le confesaba a la amiga que estaba con un atraso. Comenzaron a especular sobre las posibles causas de un embarazo, los posibles padres según las fechas y el alcohol tomado en esa noche de lujuria. En cinco minutos tuve un curso avanzado de cómo hacer un test de embarazo y prometo, en algún otro momento, contar lo interesante que fue.
Lejos de toda distracción, nuevamente me dispuse a ver la novela donde el galán le prometía a su enamorada un sinfín de proyectos y cosas humanamente imposibles. “Yo por vos dejo hasta la droga” o confesiones como “Nunca sentí mi corazón tan vivo”. Claro está, que la mujercita se derretía ante palabras tan dulces y verdades tan poéticas y le prometió fidelidad eterna a su amor encantado, galán de novela, a su Gabriel Corrado desformado.
Tenía la pura sospecha de que ese día, la novela iba a ser más interesante que lo habitual, mientras el borracho de la esquina del tren me ofrecía un trago de su botella de cerveza baboseada, se subió en la estación siguiente una morocha con un cigarrillo en su boca, las uñas pintadas de verde fosforescente y el pelo largo hasta la cintura. Se dirigió al furgón con pasos de gata. Los tacos altos le permitían moldear esa figura delgada, ese cuerpo tatuado de rosas y retratos de niños. Pese al frío, la morocha de labios gruesos se subió con una mini y una camisa abierta, tenía sostenes rojos. Cuando ella llegó al furgón, los ojos del galán enloquecieron y el problema comenzó. “¿Así que tenes novia y no sabía? ¿No le hablaste de mi?”. Interesante fue el show, el galán tenía frente a sus ojos, y juntas, a la novia y a la amante. Ambas cornudas. El galán formó alrededor de su vida dos mentiras, dos mujeres, dos traiciones. Se presenció el espectáculo más esperado. Las dos se lanzaron una a la otra y se tiraron de los pelos. Se decían barbaridades “Él me hace el amor mejor que a vos”, “A mi me lleva a lugares más lindos”, “Él me ama”. El tren estalló en risa y en lamentos. Yo me sorprendí. El protagonista de esta historia intentaba explicarle a su novia que no era lo que parecía, que el amor que le había jurado era cierto. Mientras que la morocha exclamaba que la semana pasada se le había prometido “dejar para siempre a la gordita para formar una vida juntos”. Los personajes secundarios se metieron a separar a las mujeres. Faltaba un tanque de lodo y la lucha era completa. Insultos y golpes, risas y gritos hasta que llegó la policía y se llevó a las mujeres que luego de una charla corta y concisa decidieron hacerle la cruz al galán y se pusieron a idear un plan macabro para eliminar al traicionero.
La novela había terminado, mi paquete de papitas también. Mi gaseosa estaba aún sin terminar. Tomé un sorbo para llenar mi boca de algo dulce y me bajé del tren. Mientras iba caminando pensaba que había sido muy loco lo sucedido en el furgón. Hace rato que esperaba el desenlace de esta historia. Todos los jueves el flaco aquel se aparecía con una mujer distinta. Era hora de un poco de acción

3 comentarios:

seeleee dijo...

SIGO ESPERANDO YA SABES QUE NO VOY A DECIR EL TITULO PAR ANO QUEMARLO pero cuando vos escribas sobre lo que paso se te llena le blog eh!! y nada de sensura jajaja

Re-p dijo...

Seguis esperando "Un viaje...¿?" o hablar sobre como le erras en las medidas :D jajajaja

Maximiliano De Pietro dijo...

Que bizarro...

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