La rubia y la Hueca

Hoy, casualmente me preguntaba que me andaba pasando. Hace un par de días no se me ocurre una historia buena. Una historia que me llene los dedos de magia para poder escribir algo que tenga un bajo porcentaje de coherencia. Tampoco es que me vuelvo loca rastreando historias, es algo que tiene que salir sin ser forzado. Por eso, como me di cuenta que las ideas estaban trabadas, salí a la calle. No para buscar alguna historia, repito que no estoy tan obsesionada aún, sino que me mandaron al chino de la vuelta de casa a comprar leche deslactosada.
El mini supermercado a las ocho de la noche revienta en gente, no me gusta ir de compras. En realidad no me gusta ninguna actividad que esta referida al mantenimiento y orden del hogar, de hecho no se si me veo como ama de casa en unos años. Pero no viene al caso que sepan que mi placard es un desastre y que aspiro año por medio la alfombra de mi habitación. Tranquilos, mi mamá hace el trabajo duro por mi. Por eso cuando ella este muy viejita no la voy a mandar a un geriátrico, sino a una costosa y hermosa residencia para ancianos (va con cariño, es una vieja interna familiar que mis padres van a entender).
   Hacía veinte minutos que estaba en la fila con cuatro cajas de leche en los brazos. Ya estoy curada de espanto con los viejitos que chamullan a las cajeras cuando las saludan diciendo: “Hola preciosa”. Señor, no le va a dar bolilla, tiene por lo menos cuarenta años menos que usted, a menos que tenga cuarenta millones de verdes encima. Ahí es discutible, y no porque me interese un viejo verde.
Siendo papel secundario en ese chamullo barato y tirante, tenía dos chicas atrás de la fila. Una rubia y una morocha. No superaban los veinticinco años, pero por la forma de hablar, gracias que una de ellas llegaba a los quince: La morocha. Me enganché en la conversación cuando la morocha dijo algo que me descolocó: “Voy a no atenderlo y le voy a decir que tuve un accidente, así se preocupa y me da mas bola”. A ver, pequeño cerebrito en desarrollo, si queres que un chico te de bola deja de derramar histeria. Además, pobre flaco, ¿Qué culpa tiene de tu mentiroso accidente? A ese punto, solo con esa única y estúpida frase me dieron ganas de darme vuelta y arrancarle las extensiones, por tarada. La chica rubia le dijo sabiamente que lo dejara tranquilo ya que esa no era la forma. Pero empecinada en su chiquilinada la niñita morocha dijo que iba a hacer lo imposible para que él se fijara en ella. Para loca, no estamos en una novela mexicana. ¿Vas a fingir un embarazo después? A esas alturas pensé que la iba a dejar pelada. Pero siguiendo con el relato, de golpe suena el celular de la morocha. Y ¿Quién era? La “víctima”. Medio supermercado se enteró que la estaban llamando. Cuando atendió el teléfono celular (Sí. Lo dejó sonar tres veces y la muy falsa rogada atendió) yo estaba esperando el cuento del tío. Ansiosa, quería ver que accidente había tenido. Pero no. El meloncito que todavía no había madurado, se puso tonta (sí, mas de lo que estaba) y se comió una linda cortada de rostro. Lo único que escuché fue como la voz de la morocha se fue apagando a tal punto de decirle al chico en voz baja: “esta bien, no te molesto más”. Me imagino las llamadas que habrá hecho la loca al pibe para que le corte el rostro. Quizás el flaco enciende el celular y de golpe tiene treinta y cinco mensajes de textos, veinte llamadas perdidas y ocho correos de voz. Indomable la chiquita.
Ahí quedó la historia, pagué las leches deslactosadas para mi mami, y me fui. Lo más curioso es que, cuando la rubia le dijo a la amiga morocha que dejará al chico tranquilo y que se comportara como alguien de su edad, se quebró mi teoría (y seguro la de muchos) de que las rubias son huecas. No, ya no son huecas si dan una respuesta tan lógica como la anterior. Entonces quedan expuestas las morochas ahora, por el inepto comportamiento de la morocha, y por conclusión, quedó expuesta yo, que soy morocha. Y si dije que las rubias ya no son huecas sino que las morochas ocupan ese lugar. “NOOOOOO, SOY HUECA”. Ahí fue cuando se me ocurrió esta historia, cuando me di cuenta que era hueca.

7 comentarios:

Maximiliano De Pietro dijo...

Me llama mucho la atención la leche deslactosada. ¿qué gracia puede tener un lácteo deslactosado? ¿A dónde va a ir a parar el mundo?

Saludos

PD: La boludez no discrimina por sexo, color ni religión.

Re-p dijo...

Es la leche que toma mi mamá porque le hace mal la común. No tiene gracia, pero bué!
Me mató tu PD, jajajaja! viste a que locas conclusiones llego!?

Maximiliano De Pietro dijo...

Bueno, a ciencia cierta... Las leches no son muy chistosas que digamos, a menos que sea una como esta: http://img389.imageshack.us/img389/8065/1427.gif

Tras releer el comportamiento del sujeto A (la morocha), y luego de comparar con otros casos similares, se podría añadir histeria al postulado elaborado anteriormente. Creo que la histeria tampoco distingue el sexo. Sólo que por una cuestión de género, por lo general uno identifica la histeria del otro sexo.

Re-p dijo...

Y, la histeria ya es algo común en todos lados. Los pensamientos rídiculamente planteados están en cualquier parte.
Pero cada histérico con su histeria y cada histeria con su problema. :D

Anónimo dijo...

Siempre se ha pensado que las "rubias son tontas o huecas"... ahora yo me hago esta pregunta ¿por qué entonces las morochas tienen la manía de teñirse de rubias? y mi segunda duda es más tirada de los pelos, valga la redundancia ¿por qué siendo morochas, se tiñen de rubias y niegan ser morochas?

Cecilia Scotti dijo...

sos la mejor pri

sele dijo...

aguante las rubiassss
^^ te quiero morocha

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