Tecnología en tiempos de cólera


Esta vez no los voy a aburrir con una historia de algún cliente. Para ser sincera fue un día normal. Ninguna locura por lo que debería reformular mi frase y decir “fue un día anormal” sin clientes que merezcan una historia.
La tecnología ha dado un giro tremendo, no cabe duda (y duda se quedo solo…) Situaciones donde hace unos años atrás un televisor diminuto a blanco y negro fue superado por monstruosos aparatos de tamaños ilógicos. Radios que para que funcionaran había que hacer la parabólica humana y pararse en el techo de un piso quince para que tomara señal, ahora fue reemplazada por pequeños microchips con dos “hisopos” que se enganchan en la zona auditiva para poder disfrutar de sonidos privilegiados. Y también es el caso de los famosos “walkman”, “discman” que se convirtieron en aparatos prehistóricos al aparecer el “mp3”, que también fue evolucionando a pasos agigantados hasta llegar a incorporarse en la telefonía celular. Digamos que a veces, volvería a tiempos prehistóricos, y ya se enterarán por qué.
Habiendo contado la evolución de la tecnología en unos breves renglones me resta lo más importante… Contar por qué llegué a la conclusión de ansiar, por momentos, volver a tiempos pasados.
Rutina diaria. Salir de casa a las once, llegar once y diez a la estación del tren, sacar el boleto once horas y doce minutos, pararme durante cinco minutos a ver los titulares de los diarios en el puestito de revistas para hacer la elección del periódico que leeré y esperar tres minutos el tren para ir a trabajar. Como la rutina no sufrió ninguna alteración once y veinte estaba en el vagón, pero esta vez el vagón tenía un boliche móvil. Yo iba dispuesta a leer mi libro de psicología postmoderna pero el molesto sonido que salía de un celular no lo permitió. Un señor, acomodado en un asiento escuchaba una cumbia desde su aparato celular de última tecnología… pero a todo volumen y todos fuimos oyentes de esa ¿Música? No se bien que ritmo era, si cumbia, merengue, salsa o que otro condimento, era música dañina para mis oídos. Como siempre digo que para hacer una crítica tengo que fundamentar, me puse a escuchar la letra atentamente. “Te doy treinta segundos para que saques tus cosas y te vayas”, sobre esa frase voy a hacer un análisis.
Primera reflexión: Convengamos que treinta segundos no alcanza ni para meter un calzoncillo en un bolso, entonces si la mujer fue tan estricta con los tiempos, pobre tipo, o se fue sin calzoncillos o no sobrevivió para contarlo. Porque suponiendo que el culpable vivía en la casa de ella, tendría muchas pertenencias en distintas partes del hogar, por eso digo… O se fue como vino al mundo, o murió en el intento de recuperar sus pertenencias. Digo esto porque más adelante la frase decía algo así como “Contigo no voy a negociar, no existís”
Segunda reflexión: ¿Por qué treinta y no veinte? Si el enojo era tanto, ¿Por qué lo dejó sacar las cosas? Una mujer rencorosa no da chance de hacerle el bien a un hombre, entonces tan enojada no debía estar.
Tercera reflexión: Supongamos que el tipo “le metió los cuernos” a la novia, aclaro esto porque la canción no menciona en ningún momento eso pero casi siempre los enojos hechos canciones son por alguna infidelidad, que fue a hacer el tipo a la casa de ella… Flaco, protege tu bienestar no vayas a la boca del lobo… Saca tus cosas cuando no esté ella.
Llegué a tres reflexiones no más, porque el usuario del aparato maldito, me cambió de tema de Amar Azul “Yo me enamoré” y la frase que me interesa rescatar es la siguiente: Me fui pa'l baile y me emborraché, miré una chica y me enamoré, era tan bella, era tan bella, la quería comer… Yo me enamoré, de esa chica me enamoré” No se que mal hice para tener que escuchar esa canción a todo volumen en el tren. Como nadie quiere tener problemas, todos hacen gestos, nadie dice nada. Lógico, si se pide que apague el aparato se paran tres monos y te crucifican. Pero no viene al tema. Analicemos lo siguiente.
Dicen que el alcohol genera reducción en los reflejos y “nubla la vista”, por decirlo de alguna manera bien bruta, entonces: Teniendo en cuenta los efectos del alcohol, si la persona en cuestión fue pa’l baile y se emborrachó, miró a una chica bella y se enamoró entonces la chica era un bagayo, porque el alcohol nubla la vista.
Como nuevamente el señor cambió la canción, no me quedó otra que seguir escuchando lo que tenía en su aparatito y se generó un deseo en mí de regalarle mis auriculares para que me dejara tranquila leer el libro de psicología postmoderna, pero como la tecnología hace mas ruido que un libro, la próxima vez saldré con unos tapones en los oídos

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