Ni Fast food, ni restaurante

El tema de los “Fast food” mucho no me llama la atención, pero debo admitir que son buenos (bah… para mi son buenos). Ojo, la crítica siempre va a ser la misma. Hamburguesas extremadamente pequeñas, a diferencia de la que muestran en esos carteles que genera que las papilas gustativas se vuelvan locas y den ganas de comer. Pero llega la mini hamburguesa y la comida ya no cae bien. Uno come con bronca, se dice a sí mismo: “La próxima vez no vuelvo, no puede ser que la pedí sin queso y me ponen queso y tocino” o “Con esto no me lleno ni una muela” Pero tercos somos, y volvemos a caer en la misma, elegimos el Fast food de comida pequeña.  
Resulta que el otro día fui al médico, dispuesta a cuarenta minutos de espera porque siempre que uno saca un turno para determinada hora, el doctor se toma su tiempo. Pero ese día, digamos que fue mi día de suerte, o más bien me despacharon en no más de cinco minutos. Bastó solo una mirada para mandarme una serie de análisis complejos. Terminé mi rapi-sesión con el traumatólogo y, como bien dice mi compañera Ceci, tenía una lija tremenda (tenía demasiado hambre). Entonces surgió un dilema, voy a un burguelandia o invierto dinero en comida nutritiva y voy a un buen lugar. Opté por la segunda opción, que más da. Nunca me doy gustitos exclusivos de comidas caras y elaboradas. ¿Hasta que punto son elaboradas? No se… En la carta te ponen “Campignotes rellenos de pollo al limón con queso chedar y ricota virgen con una salsa pomarola y tomates cherry salteadas al vino blanco” y son simplemente cuatro ravioles locos rellenos del pollo con salsa al limón que le sobró al cliente de al lado, ricota virgen (que supongo que será ricota recién abierta del paquete) y salsa pomarola, que es  una lata de tomate con un poco de pimentón y los tomatitos cherry, bueno… un accidente lo tiene cualquiera, se les cayó en el vaso de vino blanco del cocinero y ¡ups!  Salió alta comida de gourmet.
Pero acá no interesa que comí rico y caro, simplemente me fui a un lugar así, para poder ingerir mis campignotes raros tranquila. Soy una persona que se estresa, y comer en una mesa, donde al lado te revolotean cientos de mosquitos llamados “niños” (no me gustan los chicos, intuyo que esto me traerá problemas a futuro que no quiero discutir ahora) que gritan, van de un lado al otro y las madres no los controlan. Te sacan papas fritas, se ríen del señor que le falta un dedo, se burlan de la cara de estúpido que tiene uno comiendo solo una mini hamburguesa y unas papas fritas con “ket-chup” (mi compañera del trabajo, Payo, se ríe de la forma que menciono el aderezo a base de tomate, dice que suena gracioso). En fin, no va que me voy a un restaurante y el mozo me sienta al lado de una mesa donde hay tres pibes. Y no es que los tres pibes tenían pinta de “niños obedientes” al contrario. Uno de los tres, de unos dos años jugaba con la comida, que ya de por sí me parece desagradable. El segundo, de unos tres mas o menos, cantaba “Barney y sus amigos” a viva voz por el restaurante. Y el tercero, de cinco años calculé yo, tenía un problemita grave. Por empezar no podía acomodar su hermoso trasero en la silla, y después golpeaba con el tenedor el plato. El tema está en que la madre le decía de muy buena manera (porque mucha psicología y psicopedagogía moderna dice que los padres tienen que ser amigos de los hijos, cosa que no comparto) “no bichiiiiii, no hagas eso amooooooor, se rompe bebe” y no va que terminaba de decir eso la mujer, y el pendejo, con ojos malévolos, lo hacía más fuerte todavía.
En un momento, el niño baterista se acerca a mi mesa y así, de la nada se lleva mi pan, se lo comió y se rió. Ahora, si yo le decía a la inadaptada de la madre “tu hijo me robó el pan” o si le decía al nene “Dame mi pan” era capaz de venir con la policía metropolitana y arrestarme por daño a la humanidad infantil. O sea, no hay espacio para la disciplina, porque el nenito después me saca un campignotes con el tenedor todo grasiento y la mamá y la abuela dicen riéndose “aaaaaaaayyyyyyy miralo que lindo”. No, no me resulta nada lindo ni gracioso que un tenedor ajeno entre en mi territorio. Pero bueno, ni restaurante caro ni Fast food chatarra aleja a los niños malcriados que se esparcen por toda la humanidad de comida gourmet y no gourmet.
Y después entiendo por que digo que me da miedo tener hijos, a ver si termino siendo una madre tonta que se ríe de las idioteces que hace el hijo.
Tengo ganas de campignotes.

3 comentarios:

Cecilia Scotti dijo...

no será Champignones?

Re-p dijo...

Noooo... eran campignotes! Juro que era campignotes.

Anónimo dijo...

Buenísimo relato. Por momentos, tuve la sensación de que tenés un tono discursivo muy cercano al monólogo. Me encantó.
¿Vos me dijiste que tu humor era ácido, a veces, "demasiado" ácido?... ¡Viva el humor ácido, entonces! Continua derritiendo risas.

Ferka

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